28 enero 2012

Para mi Bruja


Hoy hace un año pero con unas horas más tarde estábamos en tu cuarto. Muertas.

El día había sido de locos. Fue una tortura levantarnos temprano y caminar por la décima avenida para llegar al Cocobongo, del que aún salían meseros cargando bolsas de basura producto de la noche anterior. Allí esperaríamos una minivan que nos llevaría de paseo a esos lugares turísticos que ofrecen las agencias de viajes.

Recuerdo que llegaste el día anterior con los boletos. Tenías preparado tu propio regalo de cumpleaños y nosotras te quisimos consentir. En menos de un mes Erika y yo reunimos el dinero necesario para tomar un avión a Cancún y de allí un camión a Playa del Carmen, estaba claro que nos sacrificábamos por ti.

Se paró una camioneta blanca frente a nosotras y anunció tu nombre. Subimos al transporte y escogimos los asientos de atrás. Tal y como lo hacíamos cuando salíamos de la prepa hace casi diez años para ir a tu casa en Guadalajara. Las rutas con más baches y topes eran las ideales para sentir la adrenalina similar a la que provocan los juegos mecánicos. Qué lástima que las carreteras de Quintana Roo sean tan planas.

Llegamos a un paraje a comprar las bebidas hidratantes más caras del mundo. Los recuerditos tipo mercado San Juan de Dios en el sur del país. Allí conocí al argentino hermoso que me robó la atención de tu día.

Después de algunas horas llegamos a Chichen Itzá, lugar que escogiste para festejar la alegría de estar viva, un año menos que yo, te lo recuerdo. Caminábamos entre pirámides y cenotes mientras te insistía a cada instante la alegría que me daba verte después de ese par de meses de ausencia.

Desde que nos convertimos en el trío inseparable de amigas nunca habíamos faltado al cumpleaños de alguna, no importando lo que esto significara. El hecho de que en esta ocasión hayamos tenido que volar miles de kilómetros para no perder esa tradición era motivo de orgullo.

Tomamos muchas fotos con mi cámara, tú no tenías una. Todo el dinero que entraba en tu cuenta iba directo a pagar ese departamento que rentabas en la playa. El mismo departamento que te sirvió de refugio cuando decidiste empezar de cero, sin familia, sin compromisos, sin amigos, sin nosotras.

Pasamos el día entero de un centro turístico a otro. En Yucatán pediste una paleta de hielo, la misma que la encargada de la nevería te negó, te ofreció una igual pero más fría. Tan obstinada como eres nos hiciste pasar un momento muy divertido al ponerte al tú por tú con la empleada por una simple paleta.

Regresamos a la cosmopolita camioneta donde aprendimos un poco de inglés e italiano, donde nos enseñaron algunas recetas argentinas y conocimos la verdadera cara del cansancio.

Estaba oscuro cuando llegamos de nuevo al Cocobongo en Playa del Carmen. No estoy segura de que fuera de noche. Aprendí desde mi primera tarde en tu casa que el sol se oculta a las cinco del día. Muy temprano para comenzar la noche.

El plan era seguir la fiesta, iríamos a tu departamento a dejar nuestras cosas, arreglarnos como jóvenes divas y salir de antro o a un bar. Cumplías 24 años, no lo podíamos pasar por alto. La intención era buena, acéptalo.

Llegamos a tu departamento con un nudo en las tripas peleándose a zarpazos con el resto de los órganos digestivos. Preparamos algo para cenar: quesadillas y emparedados con jugo de naranja. Entraste a bañarte mientras Erika y yo ocupamos los pequeños sillones de tu sala. Cenando, viendo películas, conectadas a facebook.

Había una película en la televisión, no recuerdo cual, pero era una muy bella. Te sentaste en el sillón junto a nosotras a observar el monitor, aún no comenzabas a arreglarte y no lo harías el resto de la noche. Intercambiamos algunos comentarios acerca de la trama y de repente, desaparecimos.

La historia se volvió lejana y los recuerdos se hicieron sueños. Nos quedamos dormidas con la luz encendida, una recargada en la otra. Erika despertó después de un rato y comprendió que no iríamos al bar esa noche. Se levantó con toda la pesadez del mundo, apagó la luz y entró a la recámara.

Al sentir el movimiento en el departamento desperté también. Tomé el control de la tele y traté de despertarte, fue imposible. Tu sueño era similar a un estado de coma. Saqué una frazada y te la coloqué encima. A fin de cuentas hubiera dado igual haberte agarrado a golpes con ella, no hubieras despertado.

Preparé mi cama la cual consistía en un edredón tirado en el piso, entre la cama y el tocador. Pero el remordimiento me ganó la batalla, no podía permitir que durmieras la noche de tu cumpleaños con el cuello de contorsionista haciendo estragos a la mañana siguiente.

Con toda la fuerza que me salió (que no fue demasiada a decir verdad) logré sacarte del trance y convencerte de que te fueras a acostar. Esa noche no platicamos las tres con la luz apagada, no nos pusimos al tanto de nuestras vidas, de nuestras anécdotas de tiempos mejores. Esa noche sólo se escuchaba la fricción de los globos que colocamos en tu cuarto como parte de la sorpresa.

Un par de días después nos despedimos en aquella central de autobuses. Nos agradecías haber estado contigo en tu cumpleaños mientras inquietante tu cara se llenaba de tristeza.

Volverías a tu departamento sola a beber del jugo de naranja que compramos, a quitar los globos marchitos y serpentinas de la pared, a rehacer tu rutina de mañanas de trabajo y tardes de lluvia y playa. Y sin embargo, volverías a casa sabiendo que aún no sería tu primer cumpleaños sola.

Volverías a casa sabiendo que cuentas con tus amigas a pesar de lo fuertes que sean los problemas. Volverías algún día a Guadalajara para festejar el cumpleaños de la siguiente amiga mientras el ciclo comienza de nuevo.

Feliz cumpleaños amiga. Feliz cumpleaños Elva

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